3 sept 2008

La Abnegación y la vida Cristiana

Son claras las palabras del Señor cuando nos dice que hay que negarnos a nosotros mismos, que el que busca su popia vida termina perdiéndola, entre muchas otras, que desde una mirada superficial podrían parecernos tener un tinte de negativismo o de sin sentido: ¿por qué tengo que negarme a mí mismo? ¿ese negarse significa negar lo más propio de mi identidad? entre muchas otras preguntas que nos prodrían surgir.

Reflexionando un poco en este tema me encontre algunos textos del Padre San Alberto Hurtado que pueden iluminarnos para entender esta virtud fundamental de la vida cristiana.
"No refugiarnos en la pereza
Sería peligroso, sin embargo, bajo el pretexto de guardar el contacto con Dios, refugiarnos en una pereza soñolienta, en una quietud inactiva. Entra en el plan de Dios ser estrujados... La caridad nos urge de tal manera que no podemos rechazar el trabajo: consolar un triste, ayudar un pobre, un enfermo que visitar, un favor que agradecer, una conferencia que dar; dar un aviso, hacer una diligencia, escribir un artículo, organizar una obra; y todo esto añadido a las ocupaciones de cada día, a los deberes cotidianos. Si alguien ha comenzado a vivir para Dios en abnegación y amor a los demás, todas las miserias se darán cita en su puerta. Si alguien ha tenido éxito en el apostolado, las ocasiones de apostolado se multiplicarán para él. Si alguien ha llevado bien las responsabilidades ordinarias, ha de estar preparado para aceptar las mayores. Así nuestra vida y el celo, nos echan a una marcha rápidamente acelerada que nos desgasta, sobre todo porque no nos da el tiempo para reparar nuestras fuerzas físicas o espirituales... y un día llega en que la máquina se para o se rompe. Y donde nosotros creíamos ser indispensables, ¡¡se pone otro en nuestro lugar!!" (Siempre en contacto con Dios, Documento redactado en París en Noviembre de 1947. La búsqueda de Dios, pp. 19-27.)
"El primado de la santidad
Un apostolado racionalizado, una acción eficaz, requiere en primer lugar un hombre entregado a Dios, un alma apostólica completamente ganada por el deseo de comunicar a Dios, de hacer conocer a Cristo; almas capaces de abnegación, de olvido de sí mismas, con espíritu de conquista, almas para las cuales el grito de San Pablo sea siempre actual: ¡Con tal que Cristo sea glorificado, en esto me gozo y me gozaré siempre! "(cf. Flp 1,18). (Hay una manera cristiana de trabajar, Documento redactado en París en Noviembre de 1947. La búsqueda de Dios, pp. 35-46.)

"...Quiera Dios suscitar una generación de apóstoles, tales como usted los sueña en su carta. Con hombres así de una abnegación ilimitada, de un sacrificio integral y heroico reviviría esa fe que languidece en tantos". (Carta al Presbítero Benedicto Guiñes, Santiago, 16 de julio de 1942. Cartas e Informes, p. 94.)
"Si queremos, pues, que el amor de Jesús no permanezca estéril, no vivamos para nosotros mismos, sino para Él (cf. 2Cor 5,15). Así cumpliremos el deseo fundamental del Corazón de Cristo: obedeceremos al mandamiento de su amor.
No vivamos para nosotros mismos, sino para Él. En esto consiste la abnegación radical tan predicada por San Ignacio cuando decía: Que cada uno se persuada que hará tanto progreso en la vida espiritual cuanto aumente la abnegación de su espíritu, por la obediencia; de su amor propio, por la caridad; la abnegación de su interés personal, por el desinterés cristiano. El que vive ya no viva, pues, para sí; esto es, hagamos nuestros, en toda la medida de lo posible, mediante la pureza de corazón, la oración y el trabajo, los sentimientos de Jesús: su paciencia, su celo, su amor, su interés por las almas. "Vivo yo, ya no yo; vive Cristo en mí" (Gál 2,20). Así cumpliremos el deseo fundamental del Corazón de Cristo: Venga a nos tu Reino..." (La misión del apóstol, Meditación de los Ejercicios Espirituales del Clero de Temuco, entre el 11 y 16 de Enero de 1942. Un disparo a la eternidad, pp. 103-106.)