22 oct 2007

Siempre en contacto con Dios

Reflexión personal escrita en noviembre de 1947
P. Alberto Hurtado

El gran apóstol no es el activista, sino el que guarda en todo momento su vida bajo el impulso divino. Cada una de nuestras acciones tiene un momento divino, una duración divina, una intensidad divina, etapas divinas, término divino. Dios comienza, Dios acompaña, Dios termina. Nuestra obra, cuando es perfecta, es a la vez toda suya y toda mía. Si es imperfecta, es porque nosotros hemos puesto nuestras deficiencias, es porque no hemos guardado el contacto con Dios durante toda la duración de la obra, es porque hemos marchado más aprisa o más despacio que Dios. Nuestra actividad no es plenamente fecunda, sino en la sumisión perfecta al ritmo divino, en una sincronización total de mi voluntad con la de Dios. Sería peligroso, sin embargo, bajo el pretexto de guardar el contacto con Dios, refugiarnos en una pereza soñolienta. Entra en el plan de Dios ser estrujados... La caridad nos urge de tal manera que no podemos rechazar el trabajo: consolar un triste, ayudar un pobre, un enfermo que visitar, un favor que agradecer, una conferencia que dar; dar un aviso, hacer una diligencia, escribir un artículo, organizar una obra; y todo esto añadido a los deberes cotidianos. Si alguien ha comenzado a vivir para Dios en abnegación y amor a los demás, todas las miserias se darán cita en su puerta. Si alguien ha tenido éxito en el apostolado, las ocasiones de apostolado se multiplicarán para él. Si alguien ha llevado bien las responsabilidades ordinarias, ha de estar preparado para aceptar las mayores. Así nuestra vida y el celo apostólico, nos echan a una marcha rápidamente acelerada que nos desgasta, sobre todo porque no nos da el tiempo para reparar nuestras fuerzas físicas o espirituales... y un día llega en que la máquina se rompe. Y donde nosotros creíamos ser indispensables, ¡¡se pone otro en nuestro lugar!!Con todo, ¿podíamos rehusar?, ¿no era la caridad de Cristo la que nos urgía? Y, darse a los hermanos, ¿no es acaso darse a Cristo? Mientras más amor hay, más se sufre: Aún rehusándonos mil ofrecimientos, queda uno desbordado y no nos queda el tiempo de encontrarnos a nosotros mismos y de encontrar a Dios. Doloroso conflicto de una doble búsqueda: la del plan de Dios, que hemos de realizar en nuestros hermanos; y la búsqueda del mismo Dios, que deseamos contemplar y amar. Conflicto doloroso que no puede resolverse sino en la caridad que es indivisible.Si uno quiere guardar celosamente sus horas de paz, de dulce oración, de lectura espiritual, de oración tranquila... temo que seríamos egoístas, servidores infieles. La caridad de Cristo nos urge: ella nos obliga a entregarle, acto por acto, toda nuestra actividad, a hacernos todo a todos (cf. 2Cor 5,14; 1Cor 9,22). ¿Podremos seguir nuestro camino tranquilamente cada vez que encontramos un agonizante en el camino, para el cual somos «el único prójimo»?Pero, con todo, orar, orar. Cristo se retiraba con frecuencia al monte; antes de comenzar su ministerio se escapó cuarenta días al desierto. Cristo tenía claro todo el plan divino, y no realizó sino una parte; quería salvar a todos los hombres y, sin embargo, no vivió entre ellos sino tres años. Cristo no tenía necesidad de reflexionar para cumplir la voluntad del Padre: Conocía todo el plan de Dios, el conjunto y cada uno de sus detalles. Y, sin embargo, se retiraba a orar. Él quería dar a su Padre un homenaje puro de todo su tiempo, ocuparse de Él sólo, para alabarlo a Él sólo, y devolverle todo. Quería, delante de su Padre, en el silencio y en la soledad, reunir en su corazón misericordioso toda la miseria humana para hacerla más y más suya, para sentirse oprimido, para llorarla. Cristo no se dejó arrastrar por la acción. Él, que tenía como nadie el deseo ardiente de la salvación de sus hermanos, se recogía y oraba.Nosotros no somos sino discípulos y pecadores. ¿Cómo podremos realizar el plan divino, si no detenemos con frecuencia nuestra mirada sobre Cristo y sobre Dios? Nuestros planes, que deben ser partes del plan de Dios, deben cada día ser revisados y corregidos.Después de la acción hay que volver continuamente a la oración para encontrarse a sí mismo y encontrar a Dios; para darse cuenta, sin pasión, si en verdad caminamos en el camino divino, para escuchar de nuevo el llamado del Padre, para sintonizar con las ondas divinas, para desplegar las velas, según el soplo del Espíritu. Nuestros planes de apostolado necesitan control, y tanto mayor mientras somos más generosos. ¡Cuántas veces queremos abrazar demasiado!, ¡más de lo que pueden contener nuestros brazos!Para guardar el contacto con Dios, para mantenerse siempre bajo el impulso del Espíritu, para no construir sino según el deseo de Cristo, hay que imponer periódicamente restricciones a su programa de apostolado. La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. No se trata de la unión sensible, pero sí de la unión verdadera, la fidelidad, hasta en los detalles, al querer divino. El equilibrio de las vidas apostólicas sólo puede obtenerse en la oración. Los santos guardan el equilibrio perfecto entre una oración y una acción que se compenetran hasta no poder separarse, pero todos ellos se han impuesto horas, días, meses en que se entregan a la santa contemplación.Esta vida de oración ha de llevar, pues, al alma naturalmente a entregarse a Dios, al don completo de sí misma. Muchos pierden años y años en trampear a Dios. La mayor parte de los directores espirituales no insisten bastante en el don completo. Dejan al alma en ese trato mediocre con Dios: piden y ofrecen, prácticas piadosas, oraciones complicadas. Esto no basta a vaciar al alma de sí misma, eso no la llena, no le da sus dimensiones, no la inunda de Dios. No hay más que el amor total que dilate al alma a su propia medida. Es por el don de sí mismo que hay que comenzar, continuar, terminar. Darse, es cumplir justicia; darse, es ofrecerse a sí mismo y todo lo que se tiene; darse, es orientar todas sus capacidades de acción hacia el Señor; darse, es dilatar su corazón y dirigir firmemente su voluntad hacia el que los aguarda; darse, es amar para siempre y de manera tan completa como se es capaz. Cuando uno se ha dado, todo aparece simple. Se ha encontrado la libertad y se experimenta toda la verdad de la palabra de San Agustín: Ama y haz lo que quieras.

Entrevista al P. Manuel Carreira

El conocido sacerdote experto en física aclara en esta entrevista importantes aspectos sobre la relación entre la ciencia y la fe.

Creer, lo más razonable y científico
INTRODUCCIÓN:
El P. Manuel M. Carreira, S.J. es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Comillas y de Teología por la Universidad Loyola de Chicago. Su formación como científico incluye el Master en Física (John Carroll Univ., Cleveland) y el Doctorado con una tesis sobre rayos cósmicos (The Catholic Univ. of America, Washington). Desde 1970 ha ejercido la docencia e imparte conferencias por distintos lugares del mundo sobre temas que relacionan la ciencia actual con la problemática filosófica y teológica.por José Antonio BENITO (Resumido)


¿De qué manera vincula su vocación de sacerdote con la de científico?


Dentro de las muchas cosas que la Iglesia hace según su misión está el educar y promover todo lo que es digno, valioso, en la actividad humana. La Iglesia, tradicionalmente, ha promovido la literatura, la poesía, la música, el arte, también la ciencia. Y como yo tenía el deseo de dedicarme a la ciencia y de enseñar, mi labor de científico ha ido en esa dirección de servir a la Iglesia como científico, pero también tenía el deseo, muy importante para mí, de ser sacerdote. (...) Cumplo lo que la Iglesia quiere del Observatorio Astronómico Vaticano, que tiene que hacer presente a la ciencia en el mundo de la Iglesia, y hacer presente a la Iglesia en el mundo de la ciencia.


¿Ciencia y fe son opuestas?


No, al contrario, se ayudan mutuamente. Son dos maneras distintas de conocer, pero ninguna de ellas es completa. La fe no me dice nada de cómo se mueven los astros, del funcionamiento de la naturaleza, de las estructuras vivientes. Por otra parte, la ciencia no me dice nada de lo que no se puede medir, no se puede experimentar: ni de lo que es el criterio de belleza para una obra de arte, ni del criterio de bondad para la ética o por qué el universo existe, o para qué existe, ni me dice nada del mundo del espíritu en general. La fe y la ciencia se deben respetar y ayudar mutuamente.

¿Qué nos dice del caso Galileo?


Es el ejemplo que suele aducirse como un conflicto entre la ciencia y la fe. En aquella ocasión, Galileo actuaba como científico, aunque se equivocaba en alguno de sus argumentos, y actuaba correctamente al decir que la solución de un problema de Astronomía debía buscarse en la experimentación y no en la Biblia. Por otra parte, los teólogos defendían también su campo para decirle a Galileo que no se metiese a decirles cómo interpretar la Biblia (...)Por no tener delimitados claramente los dos campos hubo errores por ambos lados, y no es justificado que se condenase a Galileo. Pero es falso que sufriese tortura alguna, pues lo más que padeció fue estar en la casa de un Arzobispo, bien tratado. (...)


¿Y qué tiene que ver el Génesis con la Biología y la Geología?


Cuando se habla del origen del hombre es común esta pregunta. No hay tampoco oposición. El Génesis no es un libro de Biología ni de Antropología sino que poéticamente nos dice que Dios se preocupa del hombre como hijo, al prepararle la casa y al hacerle de una forma especial, cuidadosamente, moldeando su cuerpo y dándole su propio espíritu de vida.Por otra parte, la Biología explica la evolución orgánica, pero no la aparición de la vida inteligente (...). El misterio del paso de la vida no inteligente a la vida inteligente está sin solucionar todavía (...) Lo único que cabe pensar es que procede de Dios, Inteligencia suma y el único que puede crear algo espiritual.


¿Hay alguna influencia de los astros en las vidas de las personas?


No, sencillamente no tiene fundamento alguno; siempre que se ha querido demostrar una comprobación sistemática, científica, de correlación, primero entre el nacimiento de una persona y sus características, y segundo, entre posiciones de los astros y los hechos que ocurren, no ha aparecido ninguna correlación. Esto se ha comprobado científicamente una y otra vez.El horóscopo es un resto de una superstición primitiva que se remonta a dos mil años cuando se pensaba que los planetas eran dioses y desde el cielo influían sobre los mortales en la Tierra. (...) Muchos de los que leen esto habrán conocido un hermano y una hermana gemelos, y comprobarán que (...) no les ocurren las mismas cosas todos los días a pesar de haber nacido con unos segundos de diferencia.


¿Posibilidad de vida inteligente en otros lugares fuera de la Tierra?
Científicamente puede existir, pero no tenemos prueba alguna, y no parece muy fácil, por las numerosas condiciones que se necesitan. (...) Se habla en Perú de algunos lugares que no tienen explicación científica, histórica o arqueológica, como las líneas de Nazca, donde no hay una explicación racional se apela a una razón más allá de la Tierra.Esa es una salida demasiado fácil: Como no sé por qué lo harían los terrestres debió hacerlos otro cuyas razones tampoco sé. A mí me parece totalmente ilógico que unos extraterrestres con la tecnología inmensamente superior a la nuestra para venir de una estrella hasta aquí dejasen como testimonio unas líneas de piedras toscas, o barridas en el suelo, que no tienen absolutamente nada de refinamiento tecnológico. Si quieren dejar una muestra de que han estado, que dejen un aparato interesante y que se vea; ahí no habría lugar a dudas. Todo parece ser obra humana.


Brujos, curanderos, ¿qué fundamento tienen?


En cuanto son prácticas de magia, de querer controlar espíritus de los muertos o de los vivos, de ángeles, de demonios, es charlatanería sin fundamento alguno y tiene connotaciones anticristianas. Buscar un espíritu e intentar manipularlo es una actitud que desprecia a Dios y la relación del hombre con Dios. (...)


Como cristianos, ¿cuáles son los criterios para creer razonablemente?


Como cristianos sólo aceptamos lo que dice nuestra fe acerca de verdades teológicas, las cuales son de orden distinto al científico, como ya he dicho. La ciencia nunca ha encontrado un hecho que vaya contra la fe, ni una ecuación puede demostrar nada contra la fe, ni un instrumento puede medir la existencia de Dios o la existencia del alma ni puede decirnos si una acción es buena o es mal. Todos esos aspectos no tocan a la ciencia y deben dejar abierto el camino a la fe.


¿Cómo concibe a Dios?


Es la realidad suprema, es la existencia pura por sí misma. Nadie le puede dar la existencia, nadie le puede añadir nada ni quitar nada, no está sujeto a ninguna de los cambios que nosotros tenemos en la vida, ni de lugar ni de tiempo ni de forma ni de ninguna otra característica. Por eso es la plenitud de sabiduría y poder, la plenitud de hermosura y, finalmente, con el magnífico atrevimiento de san Juan, podemos decir que Dios es Amor.



fuente
http://www.yaeshora.net/

¿Productos de la concepción?


Los niños acaban de salir de la escuela. Corren, en grupos desorganizados, hacia el parque. En un instante organizan sus juegos, en medio de un griterío lleno de entusiasmo.

Juanito, Sandra, Pepe, Alfonso, Felipe, Jimena, Marifer, corren entre los árboles, saltan en los jardines. Cada uno se identifica por un nombre, un mote, y unos apellidos. Cada uno tiene una historia, una vida maravillosa, el cariño de sus padres. Cada uno fue un día (¿dejó alguna vez de serlo?) producto de una concepción.

A veces creemos que con el cambio de palabras podemos ocultar la realidad. Pero el sol sigue brillando aunque nos pongamos gafas cubiertas con 30 capas de papel aluminio. La luna existe aunque pase por la dramática etapa de “cuarto creciente”. Y los papás saben que un hijo, aunque sea llamado “producto de la concepción”, es siempre un hijo...

Engañar a la sociedad es posible: se ha hecho mil veces en el pasado, se hace hoy y se hará mañana. Pero el engaño no cambia la realidad. Porque los indígenas tenían alma, aunque algún cretino dijese que “tal vez no”... Porque los hebreos tienen la misma dignidad que los arios, aunque Hitler tuviese la mayoría de votos en un parlamento de mentiras. Porque el rey está desnudo aunque nadie se atreva a decirlo. Porque el aborto es y será un crimen, aunque sea defendido por quienes primero se autodeclaran defensores de los derechos humanos y luego van contra el derecho básico de la vida social: el derecho a la vida.

Por más engaños y por más mentiras que nos repitan algunos personajes muy respetables y decididos a que el aborto se convierta en un “derecho”, nacen y nacerán miles y miles de hijos desde la misteriosa riqueza de la sexualidad humana. Aunque sean llamados “productos”, aunque sean despreciados por leyes inicuas, aunque sean olvidados por defensores de la economía libre que están preocupados por el mercado de valores y se olvidan que la justicia vale también para los pobres.

Juanito acaba de resbalar. Su pantalón nuevo ha quedado marcado para siempre con una “s” despiadada. Su madre, que acaba de llegar al parque para recogerlo, no está preocupada por el pantalón, sino por esa sangre fresca que brota desde la rodilla y baja poco a poco hacia el pie derecho.Ella sabe que su hijo, un simple “producto de la concepción” según algunos, es un ser maravilloso, un canto al futuro, una página de esperanza. Por eso le limpiará la herida y lo tratará con ese cariño que tienen las madres. Ellas [Las Madres] saben ver más allá de las leyes creadas por ideologías asesinas, porque reconocen, en cada hijo, una riqueza casi infinita de alegría, de amor, de ternura eterna.


P. Fernando Pascual LC - GamaColaborador de Pensamiento Católico