Siempre se repite entre católicos malos e ignorantes la afirmación: Hay que ser bueno, nada más. No le importa a Dios la fe de los hombres, con tal, pues, que sean buenos. A Dios le agrada sólo el hombre que es de veras bueno.
Si un hombre es de veras bueno, claro que agrada a Dios. Pero preguntemos primero: ¿ qué condición o condiciones deben estar cumplidas para que una cosa o un hombre puedan de veras ser llamados buenos?
Digamos que tengo un reloj que me parece muy bueno. Es una obra excelente. El mejor metal se ha usado en su construcción; hay partes de plata y de oro. Es, pues un reloj muy bueno! Solo que le falta la aguja chica. ¡Pero por lo demás es un reloj muy bueno!
¿Es así? ¿Es ese reloj muy bueno? No, ¡ese reloj es más bien muy malo! Porque no sirve para nada a la finalidad para la cual existen los relojes. No sirve para indicar la hora; por lo tanto es malo.
La misma cosa sería con un carro del material más excelente y caro, y con todas las comodidades posibles. Sólo le faltan dos ruedas, aunque las otras dos son muy buenas. Este carro es malo, porque no sirve a la finalidad para la cual existen los autos.
Así terminamos dejando constancia de lo siguiente: El hombre tiene por finalidad la glorificación de Dios. Lo glorifica creyendo en su doctrina y obedeciendo a sus mandamientos.
Aunque un hombre tenga muchas buenas y hasta preciosas cualidades, si no sirve para cumplir la finalidad para la cual existen los hombres, entonces este hombre es malo y debe ser llamado así. Tal hombre no agrada a Dios, sino que le desagrada sumamente.
“Ay de los que al mal llaman bien y al bien mal, que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas” (Is. 5,20)
+Monseñor Federico Kaiser, MSC Obispo
Si un hombre es de veras bueno, claro que agrada a Dios. Pero preguntemos primero: ¿ qué condición o condiciones deben estar cumplidas para que una cosa o un hombre puedan de veras ser llamados buenos?
Digamos que tengo un reloj que me parece muy bueno. Es una obra excelente. El mejor metal se ha usado en su construcción; hay partes de plata y de oro. Es, pues un reloj muy bueno! Solo que le falta la aguja chica. ¡Pero por lo demás es un reloj muy bueno!
¿Es así? ¿Es ese reloj muy bueno? No, ¡ese reloj es más bien muy malo! Porque no sirve para nada a la finalidad para la cual existen los relojes. No sirve para indicar la hora; por lo tanto es malo.
La misma cosa sería con un carro del material más excelente y caro, y con todas las comodidades posibles. Sólo le faltan dos ruedas, aunque las otras dos son muy buenas. Este carro es malo, porque no sirve a la finalidad para la cual existen los autos.
Así terminamos dejando constancia de lo siguiente: El hombre tiene por finalidad la glorificación de Dios. Lo glorifica creyendo en su doctrina y obedeciendo a sus mandamientos.
Aunque un hombre tenga muchas buenas y hasta preciosas cualidades, si no sirve para cumplir la finalidad para la cual existen los hombres, entonces este hombre es malo y debe ser llamado así. Tal hombre no agrada a Dios, sino que le desagrada sumamente.
“Ay de los que al mal llaman bien y al bien mal, que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas” (Is. 5,20)
+Monseñor Federico Kaiser, MSC Obispo
1 comentario:
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