María de la Reconciliación,
me recibes resplandeciente
con tus destellos dorados
brotando de tu corazón
que iluminan todo el espacio
con fuego de amor.
Incansable estas aguardando
mis visitas a la capilla
donde está tu Hijo presente.
Siempre vigilante me recibes,
sin mostrarte nunca cansada,
siempre esperando reverente,
como a los pastores,
y a los magos en Belén,
en la capilla me señalas a Jesús.
Icono de ternura
de rostro dulce y sereno,
de mirada tierna, confiada,
toda llena amor,
con el pie desnudo
en señal de triunfo
sobre la terrible cabeza
de la serpiente.
Miro tu Corazón Inmaculado,
que cumpliendo lo que dijo Simeón
esta atravesado por la espada de dolor,
recordándonos la pedagogía
de la alegría-dolor.
Y al seguir tu tierna mano
me lleva hacia Jesús.
Señor mío, Dios mío.
Creo que estas en verdad presente.
Oculto a mis ojos,
pero realmente estás allí,
estás esperándome,
tocando a la puerta de mi corazón.
Señor mío, Dios mío.
Gracias por estar aquí,
gracias por tu Presencia
real y plena de amor.
Ante Ti caigo de rodillas,
hago silencio,
miro con vergüenza,
apelo a tu misericordia;
te miro con amor,
te hablo, te adoro, te alabo,
te rezo, y te pido tanto, tanto…
Señor y Dios mío.
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